Tener un bebé lo cambia todo: las prioridades, los hábitos, el tiempo libre disponible y, por supuesto, la forma de viajar. Atrás quedaron los años en los que valía con hacer la maleta (de pequeño tamaño) pocas horas antes del viaje, podías dormir sin gran preocupación desde antes del despegue o en los que el horario elegido de los vuelos era secundario. En 2021 estrené paternidad y en este artículo te cuento cómo ha sido mi experiencia con bebé a bordo.
Compra de billetes y documentación
En primer lugar, a la hora de comprar los billetes hay que especificar que viajas con un bebé porque, aunque no ocupen asiento, ¡sorpresa!, tienes que pagar un billete por él. Cada compañía impone sus propios precios para los menores de dos años. La que nosotros elegimos suele cobrar entre un 10% y un 30% del precio de la tarifa del adulto.
En cuanto a la documentación, para viajar por España basta con llevar el libro de familia. Para el extranjero es necesario DNI o pasaporte.
El equipaje
Con respecto al equipaje, hasta que no haces la maleta de un niño no te das cuenta de lo importante que es la organización. Conviene hacerla con tiempo y en el proceso te encontrarás con objetos imprescindibles (aquellos que no te puedes olvidar por nada del mundo porque corres el riesgo de que los servicios sociales te quiten a tu hijo) y objetos «por si acaso» (en un principio no son tan importantes pero ante la duda conviene llevarlos). Los primeros son: el carrito, el biberón y la leche (si no es lactante materno), la chupa (chupete en canario), los pañales, bodies, un babero, el niño (entre tanto bulto conviene no olvidarlo, jeje)… Y entre los segundos destacamos: juguetes varios, mordedores, todo tipo de ropa (para el frío, entretiempo, calor)…
Un carrito que podemos recomendar de primera mano para isleños o familias que viajan mucho es el Yoyo. Es muy cómodo y ocupan tan poco espacio que se puede plegar y guardar en los compartimentos de la cabina.
En este sentido, como entrenamiento recomiendo hacer una escapada a un destino cercano antes de pasar al siguiente nivel para eliminar muchos «por si acasos» que caben en el maletero de un coche pero no en las maletas.
¡Al final vas cargado con tantos bultos que parece que haces una mudanza más que un viaje! Una anécdota graciosa que me pasó en el último vuelo fue que en el arco de seguridad me tocó aleatoriamente un control de explosivos y el guardia civil me pidió que cogiera mis cosas para testarlas. Confuso y un poco nervioso le contesté: «¿Cuáles son mis cosas? ¡Si son todas del niño!».
En el aeropuerto
Por otro lado, las habituales partes más estresantes del viaje (el momento de facturar y el control de seguridad) se intensifican más con un bebé. Hay compañías que disponen de un mostrador de facturación para familias (algo que se agradece, y mucho, para evitar largas colas con un niño) y aeropuertos como el de Barajas cuentan con controles de seguridad para familias. En cualquier caso, lo mejor es ir con tiempo e intentar conservar la calma.
La primera vez que nuestro pequeño pisó el aeropuerto con tres meses fue toda una experiencia. Alucinó con las luces, la gente que se movía de un lado a otro, el ruido de las maletas y fue el rey de la fiesta: los trabajadores del aeropuerto le hacían cucamonas y él les sonreía. Descubrimos que viajando con un bebé, por lo general, tanto los empleados como el resto de viajeros suelen ser empáticos y comprensivos.
El vuelo
Un punto a favor de viajar con niños es tener el embarque prioritario: te permite saltarte las colas, entrar sin agobios al avión, disponer de más tiempo para guardar el equipaje y tenerlo a mano por si surgiera algún imprevisto durante el vuelo.
El heredero de este blog ha volado con tres, cinco, siete y trece meses. De su debut aéreo apenas se enteró porque se quedó dormido antes del despegue y no se despertó hasta la recogida de maletas. Aunque poco a poco, en los siguientes viajes ha comenzado a moverse más y ha obligado a sus padres a hacer funciones de animadores turísticos para que disfrute de un viaje placentero.
Un truco que nos vino bien en los tres primeros viajes fue reprogramar sus tomas, de forma que comiese justo antes de salir el avión y se quedara dormido gran parte del trayecto.
Y en nuestro último viaje, ya como caminante que va haciendo camino al andar, aprendimos que la mejor forma para que llegue con ganas de dormir al avión era ir con tiempo al aeropuerto y que se recorriese de arriba abajo la terminal. Con tanto ejercicio y parando cada poco para observar la ajetreada actividad aeroportuaria cayó rendido al poco de embarcar.
Por otro lado, tanto para el despegue como para el aterrizaje los médicos recomiendan que llevar puesta la chupa (o chupete) o dar el pecho para que mientras succione se evite el dolor de oídos del pequeño. Un sonajero es también aconsejable para tranquilizar al bebé en los momentos en los que más se mueve el avión.
Volar con un bebé puede generarnos originalmente sentimientos de preocupación o nerviosismo a los padres (los pequeños no llegan a salir de la burbujita que les hemos creado). Aunque se necesitan grandes dosis de organización, tiempo y paciencia, merece la pena que desde muy pequeños les demos alas para que conozcan este enriquecedor y apasionante pasatiempo que es viajar.
¡Buen viaje!
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