¿Has soñado alguna vez con explorar una pequeña isla, remota, casi salvaje y bañada por aguas azul turquesa? Ese lugar existe en Canarias y se llama Lobos: un islote de origen volcánico, protegido desde 1982 que posee un gran magnetismo. Al observar su silueta desde lo lejos, sentirás unas ganas terribles de navegar hace ella y descubrir sus tesoros naturales. 

El abordaje al Islote de Lobos y el origen de su topónimo

El islote de Lobos es uno de los grandes secretos de Canarias, de hecho fue refugio de piratas. Posee una superficie de 4,5 kilómetros cuadrados: 6 veces menor que la isla de La Graciosa, la más pequeña del archipiélago. A pesar de su tamaño está repleto de paisajes desérticos con una rica biodiversidad: alberga más de 130 especies naturales. 

Solo 2 kilómetros lo separan de Fuerteventura y cada año, una mañana de octubre, decenas de nadadores experimentados realizan una travesía a nado de 3.400 metros que une las dos islas: los más rápidos suelen completarla en menos de 45 minutos.
Una alternativa más placentera y menos exigente es tomar alguno de los barcos que parten desde el puerto de Corralejo (en el norte de Fuerteventura) o desde Playa Blanca (al sur de Lanzarote). Estos conectan las islas grandes con la pequeña en 15 y 45 minutos, respectivamente.

Una información importante que debes conocer es que por motivos medioambientales y con el objetivo de conservar los ecosistemas del Parque Natural, desde enero de 2019 solo pueden permanecer en el islote 200 personas a la vez y para visitarlo es necesario obtener un permiso gratuito. Este se solicita a través de esta página web y solo se puede hacer con cinco días de antelación. Tendrás que elegir entre la franja de mañana (de 10:00 a 14:00 h.) o la de tarde (de 14:00 a 18:00 h.). Recuerda que está prohibido caminar fuera de los senderos autorizados y dañar o extraer materiales de valor patrimonial, geológico y biológico.  

Al desembarcar en el islote y dar unos pocos pasos nos reciben las estatuas de una familia de focas monjes (monanchus monanchus), también conocidas como lobos marinos, que desvelan el origen de su topónimo. Estos mamíferos marinos, que llegan a pesar entre 220 y 360 kilogramos, habitaron en Lobos durante muchos años hasta su desaparición en los años 20 del siglo pasado. En la actualidad la especie se encuentra en grave peligro de extinción y existe un proyecto para reintroducirla en el archipiélago.

El gran dilema

Justo donde se sitúan las estatuas te encontrarás con un cruce de caminos y un dilema: la aventura de dar la vuelta a pie para conocer todos los tesoros de la pequeña isla (sendero de la izquierda) o pasar unas horas de tranquilidad y relajación en la zona del Puertito, una de las mejores piscinas naturales de Canarias (el de la derecha).

Es probable que no tengas tiempo a ambas cosas: se tarda una hora aproximadamente en ir hasta el faro de Martiño (en el norte de la isla) y el mismo tiempo en volver al muelle, a lo que deberás añadir una hora si decides subir a la montaña más alta y sumar las posibles paradas para descansar o sacar fotos.

La playa de la Concha, un yacimiento arqueológico y salinas

Conoce uno de los secretos mejores guardados de Canarias.

Si te has dejado llevar por tu instinto aventurero, el primer gran monumento natural que encontrarás será la playa de la Concha, el lugar donde habitaba la antigua colonia de lobos marinos. Aparte de su importancia paisajística y cultural, es el arenal más popular del islote, posee un gran valor patrimonial. En ella una turista de forma accidental en 2012 halló restos de cerámica enterrados en la arena y el posterior estudio de un equipo de arqueólogos descubrió el yacimiento de un taller de púrpura de época romana. Fechado entre el siglo I A.C y el I D.C, más de 2000 años después sigue revelando respuestas y originando nuevas preguntas sobre el pasado de nuestras islas.

Un poco más adelante encontrarás otro desvío que conduce a las bien conservadas salinas del Marrajo, construidas en los años 50 del siglo pasado.

Montaña de La Caldera

El techo de Lobos es La Caldera, un cono volcánico de 127 metros de altura sobre el nivel del mar y que se observa desde todos los rincones de la pequeña isla. A su vez, es también el mejor mirador y el ascenso a su cima, aunque cuenta con un gran pendiente, merece mucho la pena. Desde allí se puede divisar una playa salvaje de arena negra en forma de herradura, el Parque Natural de las Dunas de Corralejo en Fuerteventura, la costa sur de Lanzarote y también el punto de nuestra próxima parada: el faro de Martiño. Los graznidos de las gaviotas que sobrevuelan la montaña serán la banda sonora de tu subida. 

Faro de Martiño

Es increíble que una isla tan pequeña, en la que apenas ha vivido gente a lo largo de su historia, esté tan ligada a la literatura.

Los primeros habitantes permanentes del islote fueron los fareros, de los que siempre se ha dicho que son grandes aficionados a la lectura. Ellos y sus familias se establecieron a partir de 1865, fecha en la que el faro situado en la parte más septentrional del islote comenzó a hacer guiños a los marineros que cruzaban el estrecho de la Bocaina.

En la torre nació en 1903 la poetisa, artista, periodista y profesora Josefina Plá que desarrolló su carrera literaria en Paraguay y fue postulada dos veces al Premio Cervantes. José Rial, periodista y escritor cuya primera novela fue Isla de Lobosse trasladó al islote junto a su familia cuando tenía 25 años al aprobar una oposición como farero. Su hijo, José Antonio Rial, tenía dos años cuando llegó y más adelante se convirtió un escritor, periodista y dramaturgo ganador de la Medalla de Oro de Canarias. Se exilió a Venezuela tras pasar siete años preso por pertenecer al partido Izquierda Republicana. Y nieto y sobrino de ambos es Alberto Vázquez Figueroa, uno de los grandes escritores de Canarias, que comienza las primeras páginas de su novela Océano en el islote y bautiza con el nombre de Isla de Lobos al barco de la entrañable familia de los Perdomo

Llano de Abrantes y Las Lagunitas

Tras admirar el edificio más importante del islote y poner rumbo al sur, podrás observar en la zona llamada Llano de Abrantes las ruinas de las casas de piedra seca en las que los trabajadores portugueses vivieron durante cinco años mientras construían el faro.

Casi al final de la excursión tropezarás con uno de los lugares más bellos: Las Lagunitas, un saladar en el que crece la especie endémica del islote siempreviva de Lobos (limonium bollei). Además, en esta zona aficionados y expertos a la ornitología disponen de una caseta con un panel informativo para avistar las aves marineras y migratorias que habitan o pasan unos meses al año en el islote declarado ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves). Es recomendable hacer el mínimo ruido posible para no molestarlas ni asustarlas.

El Puertito 

La guinda final a este recorrido por la pequeña isla es El Puertito: piscinas naturales de color azul turquesa. Sus aguas transparentes son perfectas para practicar snorkel y disfrutar de un chapuzón en un sitio de ensueño. 

Si dispones de tiempo no te podrás resistir a un relajante baño y si no habrás encontrado una excusa para regresar a este paradisíaco rincón del Atlántico. Al fin y al cabo: las islas son sueños y los sueños vida son. 

*Este artículo fue publicado en 2019 en la web oficial de Turismo de Canarias holaislascanarias.com

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